19 abril 2013

Los terroristas de Boston

... resultaron siendo musulmanes.

Por supuesto.  La religión de la paz, ¿no?

27 febrero 2013

Las ventanas rotas y El Salvador


THE ATLANTIC MONTHLY, Boston, 1982:


En 1969, en la Universidad de Stanford (EE.UU.), el profesor. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, de la misma marca, modelo y de color uniforme. Uno quedó en Bronx, entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados en dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de expertos en psicología social estudiando el comportamiento de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en Bronx comenzó a ser objeto de vandalismo en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Se llevaron todo lo que era utilizable y lo que no podían tomar, lo destruyeron. Mientras tanto, el vehículo abandonado en Palo Alto permaneció intacto.
Es común atribuir las causas del delito a la pobreza. Una asignación en la que coinciden las posiciones ideológicas que coinciden más conservadoras, tanto de derecha como de izquierda. Sin embargo, la experiencia en cuestión no terminó ahí. Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto se había mantenido impecable durante una semana, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto.
El resultado fue que se desencadenó el mismo proceso que en Bronx: el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el vehículo abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar un proceso criminal entero? No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y las relaciones sociales.
Una ventanilla rota en un auto abandonado transmite una idea de decadencia, indiferencia, desinterés que va a hacer que se rompan los códigos de convivencia, como la ausencia de leyes, las normas, las reglas, en un «vale todo». Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma esta idea y se multiplica hasta que la escalada de actos cada vez peores, se vuelve incontrolable, lo que lleva una violencia irracional.
En experimentos posteriores, (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la «Teoría de las ventanas rotas», que, desde el punto de vista criminalístico no es diferente que la conclusión de que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el abuso son más altos.
Si una parte de un vidrio de una ventana de un edificio y nadie se da cuenta, muy pronto se rompe todo el resto. Si una comunidad presenta signos de deterioro y parece no importarle a nadie, ahí se generará el delito.
Si se cometen infracciones de menor importancia (estacionamiento en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasar un semáforo en rojo) y no son castigadas, empezarán a cometerse delitos mayores y pronto las faltas graves serán cada vez más frecuentes y numerosas. Si permitimos actitudes violentas como algo normal en el desarrollo normal de los niños, el patrón de desarrollo será más violencia cuando sean adultos.
Si los parques y otros espacios públicos se deterioran, son progresivamente abandonados por la mayoría de las personas (que ya no salen de sus casas por temor a la delincuencia), estos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.

La «Teoría de las ventanas rotas» se aplicó por primera vez a mediados de los ochenta en el metro de Nueva York, que se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se empezó luchando contra pequeñas transgresiones: graffitis que afeaban el lugar, suciedad en las estaciones, alcoholismo entre el público, evasiones al pago de pasajes, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Empezando por lo pequeño, se logró hacer del metro un lugar seguro.

Más tarde, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la misma teoría, aplicó una política de 'tolerancia cero', basada en la estrategia consistía de crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo violaciones de la ley ni de las reglas de la vida urbana. El resultado práctico fue un enorme reducción en todos los índices de criminalidad en la ciudad de Nueva York.

La expresión «tolerancia cero» suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de la seguridad social. No se trata de linchar al delincuente, ni de imponer una policía prepotente. De hecho, la «tolerancia cero» se aplica también rigurosamente a los excesos policiales.

No es tolerancia cero con respecto a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al propio delito. Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la vida social humana.

Esta es una teoría interesante, y se puede demostrar en nuestra vida cotidiana, ya sea en nuestro barrio, condominio o pueblo en el que vivimos, no sólo en las grandes ciudades.La tolerancia cero ha puesto a Nueva York en la lista de ciudades seguras.