24 diciembre 2009

IN HOC ANNO DOMINI

Cuando Saúl de Tarso partió en su viaje a Damasco, todo el mundo conocido vivía conquistado. Había un estado, y era Roma. Había un amo de todo, y era él César Tiberio.

Por todas partes había orden civil, porque el brazo de la ley romana era largo. Por todas partes había estabilidad, en gobierno y en sociedad, porque los centuriones así lo garantizaban.

Pero por todas partes había también algo más. Había opresión –para aquellos quienes no eran los amigos del César Tiberio. Había cobrador de impuestos para poder cosechar el grano de los campos y para hilar el lino del huso: para alimentar las legiones o para llenar la hacienda pública con la cual el César divino entretenía a la gente. Había reclutador para llenar de gladiadores los circos. Había verdugos para callar a quienes el emperador había proscrito. ¿Para qué era un hombre sino para servir al César?

Había persecución de los hombres que se atrevían a pensar diferentemente, que oían voces extrañas o leían extraños manuscritos. Había esclavizamiento de los hombres cuyas tribus no provenían de Roma, desdén para quienes no tenían el aspecto familiar. Y sobretodo, había por todas partes un desprecio de la vida humana. ¿Qué era, para el poderoso, un hombre más o menos en un mundo sobrepoblado?

Entonces, de repente, hubo una luz en el mundo, y un hombre de Galilea, diciendo, dadle a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

Y la voz de Galilea, que desafiaría al César, ofreció un nuevo Reino en el cual cada hombre podría caminar con la frente en alto y postrarse a ninguno excepto a su Dios. De cierto os digo que en cuanto lo hicísteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicísteis. Y él envió este evangelio del Reino del Hombre a los extremos de la tierra.

Y así la luz entró en el mundo y los hombres que vivían en oscuridad tuvieron miedo, e intentaron bajar una cortina de modo que el hombre continuase creyendo que la salvación emanaba de los líderes políticos.

Pero ocurrió durante algún tiempo en lugares diversos que la verdad liberó al hombre, aunque los hombres de la oscuridad intentaron apagar la luz. La voz dijo, andad entre tanto que tenéis luz, porque no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe dónde va.

En el camino a Damasco la luz alumbró brillante. Pero después Pablo de Tarso también tuvo miedo. Él temió que otros Césares, otros profetas, podrían un día persuadir a los hombres que el hombre no era nada excepto un trabajador de ellos, que los hombres cederían sus derechos otorgados por Dios a cambio de pan y circo y ya no caminarían en libertad.

Entonces podría darse que la oscuridad triunfaría nuevamente sobre las tierras y habría quemar de libros y los hombres pensarían solamente de lo que deben comer y de lo que deben usar, y prestarían atención solamente a Césares nuevos y a falsos profetas. Entonces podría darse que los hombres no mirarían hacia arriba para ver incluso a la estrella del invierno en el este, y una vez más, no habría luz alguna en la oscuridad.

Y por eso Pablo, el apóstol del Hijo del Hombre, habló a sus hermanos, los Gálatas, las palabras que él quiso que recordásemos luego en cada uno de los años de su Señor:

Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre.

Este editorial fué escrito en 1949 por Vermont Royster y el Wall Street Journal lo ha publicado anualmente desde entonces, el día de Navidad.

3 comentarios:

JC Conde de Orgaz dijo...

Este post anual, viniendo sobre todo de ti, es algo valioso que espero cada año con profundo interés.

Espero que pases una Feliz Navidad en copañía de tu familia y amistades.

Como es costumbre te dejo la tradicional tarjeta de Navidad de todos los años de La Terminal.

Saludos

ixquic* dijo...

Feliz año Sr. Ausente y bueno si no anda en Dinamarca ¿qué carajo se hace?

yo

El-Visitador dijo...

Feliz año a ustedes, y muchas gracias por sus saludos.