25 diciembre 2007

IN HOC ANNO DOMINI

Cuando Saúl de Tarso partió en su viaje a Damasco, todo el mundo conocido vivía conquistado. Había un estado, y era Roma. Había un amo de todo, y él era César Tiberio.

Por todas partes había orden civil, porque el brazo de la ley romana era largo. Por todas partes había estabilidad, en gobierno y en sociedad, porque los centuriones así lo garantizaban.

Pero por todas partes había también algo más. Había opresión --para aquellos quienes no eran los amigos de César Tiberio. Había cobrador de impuestos para poder cosechar el grano de los campos y para hilar el lino del huso: para alimentar las legiones o para llenar la hacienda pública con la cual el César divino entretenía a la gente. Había reclutador para llenar de gladiadores los circos. Había verdugos para callar a quienes el emperador había proscrito. ¿Para qué era un hombre sino para servir a César?

Había persecución de los hombres que se atrevían a pensar diferentemente, que oían voces extrañas o leían extraños manuscritos. Había esclavizamiento de los hombres cuyas tribus no provenían de Roma, desdén para quienes no tenían el aspecto familiar. Y sobretodo, había por todas partes un desprecio de la vida humana. ¿Qué era, para el poderoso, un hombre más o menos en un mundo sobrepoblado?

Entonces, de repente, hubo una luz en el mundo, y un hombre de Galilea, diciendo, dá a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.

Y la voz de Galilea, que desafiaría a César, ofreció un nuevo Reino en el cual cada hombre podría caminar con la frente en alto y postrarse a ninguno excepto a su Dios. Como trataste a los más pobres, así me trataste a mí. Y él envió este evangelio del Reino del Hombre a los extremos de la tierra.

Y así la luz entró en el mundo y los hombres que vivían en oscuridad tuvieron miedo, e intentaron bajar una cortina de modo que el hombre continuase creyendo que la salvación emanaba de los líderes políticos.

Pero ocurrió durante algún tiempo en lugares diversos que la verdad liberó al hombre, aunque los hombres de la oscuridad intentaron apagar la luz. La voz dijo, apresuraos. Caminad mientras tenéis luz, a menos que os caiga la oscuridad, porque quienes caminan en oscuridad no saben donde van.

En el camino a Damasco la luz alumbró brillantemente. Pero después Pablo de Tarso también tuvo miedo. Él temió que otros Césares, otros profetas, podrían un día persuadir a los hombres que el hombre no era nada excepto un trabajador de ellos, que los hombres cederían sus derechos otorgados por Dios a cambio de pan y circo y ya no caminarían en libertad.

Entonces podría darse que la oscuridad triunfaría nuevamente sobre las tierras y habría quemar de libros y los hombres pensarían solamente de lo que deben comer y de lo que deben usar, y prestarían atención solamente a Césares nuevos y a falsos profetas. Entonces podría darse que los hombres no mirarían hacia arriba para ver incluso a la estrella del invierno en el este, y una vez más, no habría luz alguna en la oscuridad.

Y por eso Pablo, el apóstol del Hijo del Hombre, habló a sus hermanos, los Gálatas, las palabras que él quiso que recordásemos luego en cada uno de los años de su Señor:

Aferraos entonces a la libertad con que Cristo nos ha liberado y no os enredéis nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.

Este editorial fué escrito en 1949 por Vermont Royster y el Wall Street Journal lo ha publicado anualmente desde entonces, el día de Navidad.

3 comentarios:

GioSV dijo...

Los Teolocos de la Liberación utilizan los mismos sermones para lavar cocos.

El mensaje de Jesús era de liberación espiritual no material.

"Dad al César (el mundo) lo que es del César, y a Dios (el Espíritu) lo que es de Dios".

El-Visitador dijo...

«El mensaje de Jesús era de liberación espiritual no material»

Habría que avisarle a Max Weber. Se recomienda La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905).

Dar a César lo que es del César no precluye dar al yo lo que es del yo: el progreso económico por medio del trabajo y la disciplina. Y a mayor progreso económico personal, mayor capacidad, obviamente, de dar a Dios lo que es de Dios.

En todo caso, el mensaje de Pablo se mantiene: Estad, pues, firmes en la libertad en que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre. Ciertamente, el marxismo y su ingenua creencia que el Estado es la solución a los problemas económicos no es más que una religión fallida.

Feliz año nuevo, giosv.

GioSV dijo...

¡Cuidado! Usar la religión como excusa del capitalismo liberal, es exactamente igual a los pretextos que manejan los teolocos de la liberación al utilizar “su” religión como excusa del socialismo comunista.

No ha habido mayor gracia para la humanidad que cuando a un grupo de sabios se le ocurrió separar la religión del estado, y lo grandioso, es que uno de esos sabios fue el mismo Jesucristo con su célebre frase del César.

Conozco a grandes rasgos la tesis de Weber pero no la comparto. ¿Cómo habría podido explicar Weber el gran desarrollo económico que ha tenido una sociedad budista como Japón, o la pujanza que tiene actualmente una sociedad semi atea como la china? en ambos casos, nada tiene que ver el cristianismo protestante.

Desde mi punto de vista, las religiones son necesarias en sociedades primitivas para crear valores básicos de convivencia, pero llegando cierto estado de desarrollo son completamente prescindibles y poco tienen que ver con normas de humanización por mucho más avanzadas.

El estado democrático como institución normalizadora de la sociedad es más congruente a la hora de definir patrones de conducta de los ciudadanos porque es actual y todo surge del consenso, mientras que la religión es mítica, desfasada y totalitaria.

El mensaje de Jesús iba más allá de la simpleza de lo material, no era un guerrillero revolucionario y mucho menos era defensor del liberalismo económico. Él en carne fue un líder espiritual que le dio a la humanidad una esperanza completamente nueva para aquel tiempo. Aunque criticó el status quo nunca se opuso a él, de haberlo querido, lo habría logrado sin ningún problema. Su vida es el ejemplo palpitante de su mensaje, en lo material, laissez-faire, confiar en Dios; en lo espiritual, somos hijos del Padre y hacia Él vamos.

La vida terrenal es una ilusión, lo que realmente importa es regresar a la casa de nuestro Padre. ¿Puede haber belleza mundana que se compare con esa esperanza que nos dejó Jesús de Nazaret?

¡Feliz 2008, e-v!