PFIZER, BRISTOL-MYERS SQUIBB, GLAXO SMITH-KLINE, SANOFI-AVENTIS, NOVARTIS, MERCK, Hoffman-La Roche, Astra-Zeneca, Abbot, Wyeth, Eli Lilly, Bayer. Todos hemos consumido algún farmacéutico de estas empresas y muchos nos hemos quejado de sus elevadísimos precios.
Una vez conocí a una chica que trajaba en un departamento de calidad de una de éstas compañías. La cantidad de controles que hacían parecía ser absurda. Verificaban cada envase de cada envío de cada materia prima que recibían, cada proceso, y cada lote de producto terminado. No importaba si tenían 50 años de comprarle la misma materia prima al mismo proveedor. Sin control químico, nada entraba en bodega.
En Panamá, el gobierno se puso a hacer jarabe de tos. Van 365 muertos reportados, porque pusieron glicol de etileno en vez glicerina en el jarabe.
Ocurrió porque nadie en Panamá verificó si los 46 barriles que llegaron en el Tobias Maersk, valorados en $246.13 cada uno, eran efectivamente glicerina. En China, la fábrica había falsificado el certificado de origen. La etiqueta decía glicerina 99.5% pura.
El precio que uno paga por las medicinas de marca no es por el costo de los ingredientes. Es por los controles de calidad, y por el costo de la investigación y desarrollo (I+D).